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Al abandonar Jerusalén, Melchor estaba muy contento. Llevaba mucho tiempo esperado encontrar la luz que le señalaría el nacimiento del Mesías, según le había sido anunciado cuando él ocupaba el cuerpo de Moisés, y por fin la había visto. Juan y Tomás también estaban contentos porque habían podido ver a su hermana iluminada por la nave de Eloy. Hubiesen querido llevarse a María, pero todo había sido tan sorprendente, que no pudieron hacer otra cosa más que obedecer las órdenes que le daban desde la nave. Además, la nave sólo podía albergar a tres pasajeros, y María estaba ahora casada con José, del que esperaba un hijo, y no hubiese aceptado viajar sin su marido. Eloy nunca se presentó ante ellos, y no pensaron que la nave pudiese estar tripulada por un ser humano. Aquella misma noche volvieron a Babilonia, donde la nave los dejó y desapareció para volver a Nazaret en la época en que se suponía que María iba a dar a luz.
En aquel tiempo, salió un decreto de César Augusto para que se hiciera un censo del mundo entero. Todos debían ir a empadronarse a su ciudad. José que era de Belén, salió de Nazaret y subió desde Galilea a Judea, para empadronarse con su esposa que estaba en cinta.
Eloy, desde su nave, había estado siguiéndolos para protegerlos en caso necesario. En el camino, pararon a pasar la noche y se guarecieron en un redil donde en ese momento no había ovejas ya que estaban con su pastor en el campo. Cuando Eloy creía que ya se habrían dormido, vio salir a José. Al verlo salir del cobertizo llevando a dos niños en sus brazos y dando gracias a Dios, pensó que había llegado el momento de ayudarlos. Ya estaba anocheciendo y el pastor que guardaba su rebaño en aquel redil no iba a poder ayudarlos, porque era verano y lo normal en esta época era que los pastores pasasen la noche en el campo con sus rebaños. Eloy fue en busca de los pastores y, cuando los encontró, los iluminó con un potente rayo de luz blanca y proyectó su imagen sobre aquellos hombres que, sorprendidos, no entendían aquel extraño fenómeno.
־ ¿Qué es esto que la noche se vuelve en día?-exclamaron los pastores.
־ Cerca de aquí, en un pesebre, acaba de nacer el que será vuestro salvador. Necesita que vayáis a ayudarlo. Yo os guiaré con mi luz.
Eloy se elevó con su nave y proyectó un haz de luz sobre el cobertizo donde acababan de nacer los niños. Los pastores se encaminaron hacia el lugar señalado para prestarles su ayuda.
Los hermanos de María habían acampado en las afueras de Belén y al ver la luz Melchor, les dijo:
־ Esa es la señal que estábamos esperando.
Y se pusieron en camino hacia ella.
Al llegar los pastores con alimentos para los padres y pieles para arropar a los recién nacidos, María se alegró y dio gracias a Dios porque no la dejaba desamparada, pero la alegría fue mayor cuando llegaron sus hermanos, que aunque iban disfrazados de Gaspar y Baltasar, esta vez no pudieron evitar que los reconociese antes de que ellos le descubriesen su verdadera identidad. Al amanecer, y una vez que los pastores se hubieron marchado dispuestos a anunciar la buena nueva a todo el pueblo, Melchor les advirtió del peligro que corrían, ya que Belén era un pueblo pequeño y a Herodes, al que sin duda le habría llegado la noticia anunciada por los pastores, no le sería difícil seguir la pista de un recién nacido. Sin ningún esfuerzo, los convenció para que entrasen en la nave de Eloy, a quien ellos consideraban un ángel, y marchasen a reunirse con Joaquín y Ana. Poco después la guardia de Herodes llegaba al lugar del nacimiento dispuesta para apresar a toda la familia, pero por fortuna ya ninguno se encontraba allí. Juan y Tomás, que se habían ocultado en una cueva de las inmediaciones, pudieron contemplar toda la escena y al anochecer fueron recogidos por la nave de Eloy.
CÓMO SE HIZO LA NOVELA
LA HISTORIA DE ELOY
CAPÍTULO 15
María comentó a su padre:
- Me ha gustado este capítulo porque desvelamos la identidad del misterioso ángel que anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús.
- En realidad, no hemos desvelado su identidad, sino que nos hemos inventado otro.
- Es cierto, y éste es tan increíble como un ángel, ya que sabemos que viajar al pasado es imposible.
- Tienes razón, pero al igual que los lectores de la Biblia aceptan sin reparo el que en sus páginas aparezcan con bastante frecuencia los ángeles, los lectores de novelas también aceptan el que los hombres puedan viajar por el tiempo.
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