.
Tras abandonar a Moisés en el desierto, el pueblo de Israel inició la marcha hacia la tierra prometida, pero se encontraron con un obstáculo natural insalvable, el río Jordán. Era verano y el río no bajaba muy crecido, pero habían pasado cuarenta años desde que salieron de Egipto, y los israelitas, liderados por Josué, habían nacido en el desierto y, por lo tanto, no sabían nadar. Eloy decidió ayudarlos y voló con su nave río arriba, hasta encontrar una estrecha garganta. Disparó su rayo láser sobre las paredes de la garganta y consiguió derribar parte de ellas y taponarla. No era una presa muy alta pero iba a permitir retener las aguas el tiempo suficiente para que Josué pudiese cruzar el río con su pueblo.
Todos estaban convencidos de que Dios había intervenido para ayudarlos, secando las aguas del Jordán como antes había secado las del mar Rojo, y que iba a seguir haciéndolo. La primera ciudad que encontraron a su paso, fue la de Jericó. Josué envió dos espías para que le informasen sobre las posibilidades que tendrían en un ataque a la ciudad. Los espías se hospedaron en casa de una meretriz llamada Rajab. Uno de los clientes de Rajab avisó al rey de Jericó de la presencia de los espías. El rey, acompañado por varios hombres de su guardia, se presentó en la casa de Rajab y le dijo:
- Entrégame a los dos hombres que se alojan en tu casa, pues son espías de Israel.
Pero Rajab, que había sido informada, por aquellos hombres, de los prodigios que Dios había obrado a favor del pueblo de Israel, estaba convencida de que Dios iba a seguir ayudándolos y que, por lo tanto, Jericó sucumbiría ante ellos. Así que escondió a los espías en la azotea bajo unos haces de lino, y dijo al rey:
- Es cierto que dos extranjeros han llegado a mi casa, pero yo no sabía que eran nuestros enemigos. Ya no están aquí, se marcharon poco antes del anochecer, cuando vieron que se iban a cerrar las puertas de la ciudad. Daos prisa en perseguirlos y seguramente los alcanzaréis.
El rey registró la casa pero no pudo encontrarlos, y entonces mandó varios hombres en su persecución.
Cuando el rey se fue, Rajab subió a la azotea y dijo a los espías:
- Sé que vuestro Dios os ayudará a conquistar Jericó y os voy a ayudar a escapar, pero a cambio quiero que me prometáis que respetaréis mi vida y la de mis padres y hermanos.
- Cuando entremos en la ciudad, enciérrate en tu casa con todos los tuyos y cuelga de la ventana un cordón escarlata. Esa será la señal para que mi pueblo os respete.
La casa de Rajab estaba adosada a la muralla y ella los ayudó a descolgarse con una cuerda. Pero los espías no estaban tan convencidos como Rajab de que fuesen a alcanzar la victoria, y cuando llegaron al campamento de Josué, le informaron de las robustas murallas y de lo bien armados que estaban sus hombres. Ante esta situación, Josué decidió no atacar a la ciudad y convencer a sus habitantes de que sólo estaban allí de paso.
Aunque los israelitas iban armados para poder repeler una posible agresión, no avanzaron hacia Jericó en formación de combare, sino como una pacífica columna que pretendía acampar en sus proximidades y conseguir la ayuda necesaria para continuar el camino. Pero los habitantes de Jericó no se fiaban de Josué y cerraron todas las puertas de la ciudad, que estaba fuertemente amurallada, y recibieron con una lluvia de flechas al grupo que Josué había mandado para parlamentar.
Josué podría haber seguido hacia la próxima ciudad, pero se exponía a un ataque por dos flancos cuando estuviese entre ambas ciudades.
Eloy decidió ayudarlos y dijo a Josué:
- Que un grupo de tus hombres, provistos de cuernos de caza y trompetas, dé siete vueltas a la ciudad portando el Arca de la Alianza y haciendo sonar sus instrumentos.
Cuando se completó la séptima vuelta, Eloy, que ocultaba su nave tras una nube, usó sus armas para atacar la torre que defendía la entrada principal de la ciudad. Había prometido no matar a nadie ni tampoco salvar ninguna vida, y por supuesto había faltado a su promesa en lo relativo a la segunda parte, pero aunque sabía que muchos habían muerto tras sus intervenciones, nunca había causado directamente la muerte de un ser humano y no estaba dispuesto a hacerlo, así que lanzó un rayo de luz sobre las almenas y luego fue incrementando la potencia a medida que iba haciéndolo descender por la torre, de forma que todos los que estaban sobre ella creyeron que se trataba de un terremoto y la abandonaron pensando que se iba a caer. Entonces Eloy aplicó la máxima potencia a sus armas ocasionando el derrumbe de la torre de una forma que a todos pareció milagrosa.
A la vista de tal prodigio, los habitantes de Jericó se rindieron a Josué y le propusieron proporcionarle todo lo necesario para continuar su marcha. Pero Josué, no podía avanzar dejando un enemigo a sus espaldas y, temiendo que fueran a atacarlo, declaró anatema contar ellos. Es decir que había que exterminarlos a todos y a todas sus pertenencias, excepto el oro la plata y otros metales, que pasarían al tesoro de Israel. Entró a saco en la ciudad y sólo respetó la vida de Rajab y sus familiares.
Eloy no pudo entender aquel comportamiento tan cruel, y decidió marcharse y no volverlos a ayudar, pero había gastado tanta energía parando al río Jordán y abriendo la brecha en la muralla de Jericó, que no le quedó más remedio que seguir con ellos hasta conseguir recargar de energía a su nave.
Los pobladores de las distintas ciudades de aquella región, enterados de que Josué poseía un arma capaz de derribar las murallas, decidieron unirse para superar en tres o cuatro veces su número de hombres y darle la batalla en campo abierto.
Cuando Josué se dio cuenta de que un gran ejército, al que no iba a poder vencer, lo estaba persiguiendo, ordenó a sus hombres que acampasen en la parte alta de la ladera este de una montaña cercana a la ciudad de Gabaón. De esa forma contaría con la ventaja de luchar contra un enemigo que llegaría al punto de combate cansado por la subida.
A la mañana siguiente Josué y su pueblo pudieron contemplar, aterrados, el enorme ejército que había acampado al pie de la montaña y estaba dispuesto para subir y aniquilarlos. Porque la ventaja numérica era aún mayor de la que habían supuesto cuando el día anterior divisaron la nube de polvo que levantaban a su paso.
Grandes nubarrones cubrían completamente el campo de batalla, pero al fondo, en el horizonte, el Sol apareció dejándose ver entre la tierra y las nubes, iluminando toda la escena con una luz misteriosa. Muchos israelitas pensaron que esa sería la última vez que verían salir el Sol, porque aunque su posición en el campo de batalla era ventajosa, en modo alguno podía compensar la gran diferencia numérica que jugaba a favor del enemigo.
Eloy estaba parado en la cima de la montaña. La energía de su nave no estaba completamente recargada, pero sus armas, aunque no tuviesen la potencia necesaria para derribar una muralla, si que eran ya capaces de abatir a cualquier ser humano. Contemplaba la situación y recordaba, una vez más, lo que le había prometido a Carmen en el momento de su despedida: “No debes matar a nadie ni tampoco salvar la vida de alguien, porque eso podría afectar de forma incontrolada a nuestro tiempo”. Evidentemente Eloy había incumplido su promesa en varias ocasiones, porque había salvado la vida de muchos israelitas, y aunque de una forma indirecta, también había contribuido a la muerte de muchos soldados egipcios, que se ahogaron en el mar Rojo. Pero ahora, si quería ayudar a Josué y a su pueblo, tendría que matar con sus armas y de una forma directa a los hombres que iban a subir por la ladera de la montaña, y no sólo iba a pesar sobre su conciencia el incumplimiento de una promesa, y la responsabilidad que sus actos iban a tener en los acontecimientos futuros. Ahora tenía que matar a unos hombres que estaban luchando por una causa justa, ya que trataban de defender su tierra contra unos invasores.
Para evitar el derramamiento de sangre, pensó que podría convencer a Josué para que se rindiese, pero desistió de ello al ver la respuesta que éste daba a algunos de los suyos que estaban proponiéndole lo mismo.
- El Señor nos ayudó a salir de Egipto. Muchos de vosotros no habíais nacido cuando se abrieron las aguas del mar Rojo para que pasásemos y luego se cerraron ahogando a nuestros enemigos, pero todos visteis secarse el río Jordán, para que entrásemos en la tierra prometida. Muchas veces el Señor nos ayudó en el desierto y como más reciente acto de ayuda divina, habéis podido presenciar el derrumbamiento de las murallas de Jericó. ¿Por qué pensáis que nos va a dejar abandonados en esta ocasión?
El Sol, al elevarse en el cielo, se había ocultado entre la espesa capa de nubes que impedía el paso de la luz hacia el campo de batalla, lo que hizo que el enemigo esperase a un momento más propicio para el ataque.
La espera era angustiosa y el retraso de la batalla no hacía más que aumentar la tensión, hasta el punto de que algunos pensaron que esa masa de nubes iba a ser también una barrera para los ojos de Dios, y que no podría ayudarlos desde el cielo. Pasado el mediodía, unos tenues rayos de Sol consiguieron atravesar las nubes e iluminar el campo de batalla, con lo que el enemigo decidió atacar, iniciando el avance hacia la ladera de la montaña. La conciencia de Eloy se debatía entre dos posiciones antagónicas sin poder encontrar una salida que no le repugnase. Los egipcios, que murieron ahogados, habían esclavizado a los israelitas, pero estos hombres a los que Eloy tendría que matar, estaban luchando por una causa justa. Por fin decidió que su postura no debía ser la de un juez que tiene que dar la razón a una de las dos partes en litigio, sino la de alguien que tiene que defender a los suyos, con los que se siente unido en el destino, y que por lo tanto va a actuar en defensa propia.
De repente un elemento inesperado apareció en la escena. Grandes relámpagos iluminaron el cielo y el atronador estruendo de la tormenta retumbó en los oídos de todos, como si en el cielo se librase una gran batalla entre ángeles y demonios, y los tambores arengasen a ambos contendientes para que empleasen toda su fuerza en el combate. Cuando el enemigo se encontraba a menos de cien metros de Josué, una tremenda granizada empezó caer sobre las tropas que subían. Los granizos eran como piedras que lapidaron al ejército enemigo que, desorganizado, bajaba por la ladera de la montaña viendo como caían sus hombres golpeados por un látigo de hielo que los azotaba desde el cielo, flagelándolos sin piedad.
La tormenta empezó a ceder, y Josué que estaba seguro de que la voluntad de Dios era aniquilar al enemigo, ordenó a sus hombres que se preparasen para perseguir a los supervivientes y no darles la oportunidad de reorganizarse. El Sol, que estaba a la espalda de los israelitas iluminando su objetivo, empezó a ocultarse tras la cima de la montaña. Josué, que veía esfumarse la oportunidad de rematar al enemigo, se hincó de rodillas, y colocando los brazos en cruz, pidió a Dios que parase el movimiento del Sol para poder acabar con sus enemigos. Todos conocían los prodigios que Dios había obrado a favor de Josué, pero esta vez estaban convencidos de que estaba pidiendo demasiado y que sus oraciones iban a ser inútiles. Eloy era aún más incrédulo, porque sabía que lo que Josué estaba pidiendo era que la Tierra dejase de girar y si eso pasase las aguas de los océanos hubiesen continuado moviéndose por la inercia y hubiesen arrasado toda la tierra firme. El Sol, se había ocultado tras la montaña y Eloy podría haber elevado su nave sobre el campo de batalla, para iluminarlo con sus potentes focos y así permitir a los israelitas dar caza a sus enemigos. Pero no fue capaz de elevarse. Los fuertes campos eléctricos a los que se vio sometida la nave durante la tormenta, habían averiado sus controles.
Esta vez no podría mover un dedo por ayudar a Josué. En el fondo, Eloy estaba contento por no poder ayudar a Josué después de haber visto el comportamiento tan cruel que había tenido con los habitantes de Jericó. Sin embargo ocurrió el milagro. El Sol, que se había ocultado tras la montaña, iluminó a las nubes y éstas reflejaron la luz sobre el campo de batalla, con lo que los israelitas dieron caza a sus enemigos y no dejaron un solo hombre con vida.
Eloy se convenció, de que Josué ya no necesitaba más ayuda, y se dispuso para dar otro salto en el tiempo.
CÓMO SE HIZO LA NOVELA
LA HISTORIA DE ELOY
CAPÍTULO 10
María comentó a su padre:
- Hemos hablado de Abraham, que es el padre de todos ellos, de Jacob, al que deben su nombre los israelitas, de José, que los llevó a Egipto, y de Moisés, que los sacó de la esclavitud y les dio la ley, pero ¿por qué Josué?¿Por qué tenemos que introducir la historia de Josué en nuestra novela?
- Porque supone un hito importante entre las personas que preceden a Jesús, ya que él colocó a los hebreos en la Tierra Prometida, que es donde Jesús nació.
- Pero para ello empleó la violencia y fue tremendamente cruel con sus enemigos.
- Verás, la Biblia se comenzó a escribir mucho después de que Josué viviese, entre 800 y 1000 años antes de Jesús, pero el libro de Josué está situado detrás del Deuteronomio y en éste se fija, por ley, lo que hay que hacer con los enemigos, en el capítulo 20 versículos10 al 20, y allí se dice que deberán matar a todos los varones, pero que en las ciudades de la Tierra Prometida “no dejarás con vida a ningún ser animado; sino que darás al anatema a esos pueblos”. Por lo tanto Josué se limita a cumplir la ley.
- ¿Qué significa la palabra “anatema”?
- Es una palabra que viene del griego y del latín y en esos idiomas significaba “ofrenda a Dios”, y es la traducción que se dio a la palabra hebrea “herem” que significa “partir”, pero no en el sentido de “marcharse” sino en el de “romper”.
- ¿Pero, qué significa en castellano?
- Significa “excomunión” o simplemente “maldición”, pero en el Antiguo Testamento significa “condena al exterminio de cualquier persona o cosa afectada por la maldición atribuida a Dios”
- De todas formas me parece que te has inventado demasiadas fantasías.
- Todo lo que hemos narrado esta tomado del libro de Josué: En el capítulo 2 habla de los espías y de sus peripecias con Rajab, la prostituta. En el 3 del paso del Jordán. En el 6 de la toma de Jericó, por cierto de una forma más fantasiosa que la nuestra, ya que se derriban todas las murallas de la ciudad. En el 7 de la violación del anatema, que conlleva la derrota de Israel, lo que justifica el afán de Josué por el cumplimiento estricto de la ley. Y en el 10 la victoria sobre los cinco reyes amorreos y el momento en que Josué para el Sol, versículos 12 al 14, que es el único momento en que Dios ha obedecido a la voz de un hombre, lo que da idea de la importancia de Josué y justifica el que lo hayamos puesto en nuestra novela.
- ¿Crees tú que Dios obedeció a Josué?
- Por supuesto que no. Para detener al Sol en el cielo habría que parar la rotación de la Tierra, y si esto se llegase a producir, por ejemplo por el impacto de un gigantesco meteorito, el agua de los océanos seguiría girando debido a la inercia, y esto haría que se inundase toda la tierra firme. Pero me gusta encontrar soluciones sencillas para los grandes misterios, y por eso he evitado la solución de iluminar el campo de batalla con las luces de la nave de Eloy, porque los viajes al pasado sólo son posibles en la ficción, y se supone que la Biblia está narrando algo que pasó en la realidad.
Que porqueria de historia jajajaja
ResponderEliminarBien que te la has leído pues
EliminarQue falta de respeto a DIOS y a su Palabra, como comentan ustedes con tanta falta de respeto
ResponderEliminarQue horrible ... deberian saber que para DIOS no hay nada imposible podria parar la luna y el sol y la vida seria igual... nada que rotacion de la tierra ni nada
ResponderEliminarclaramente son servidores de satanás tratando de confundir a los cristianos y hacerlos dudar de su fé
ResponderEliminarDios hace que los imposibles, sea posible. Para Dios no hay nada imposible.
ResponderEliminar