Tercera parte de la trilogía:

Los fantasmas del Tabor

De la colección: Historias de Tomás y María

sábado, 27 de noviembre de 2010

CAPÍTULO 11, ELOY Y DAVID

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Saltó esta vez Eloy hasta un punto de la historia que estaba unos mil años antes del nacimiento de Jesucristo. Reinaba en Israel el rey Saúl, que había sido escogido por el profeta Samuel y con su astucia y valor había dado a su pueblo grandes victorias sobre sus enemigos vecinos. Los israelitas no conocían aún la técnica para la fabricación de armas de hierro, y las pocas que tenían se las habían comprado a los filisteos, pueblo vecino de Israel que habitaba en la zona de Gaza y que ambicionaba dominar todo el territorio. Astutamente, los filisteos se habían mantenido al margen de la guerra, preparando un poderoso ejército con carros y armas de hierro. Cuando Saúl hubo dominado a todos sus vecinos, los filisteos le declararon la guerra a los israelitas. El profeta Samuel veía que Israel estaba abocado a la derrota y consideraba esta desgracia como un castigo de Dios a Saúl. Samuel buscó a un hombre que estuviese alejado de la corrupción, que suele ir aparejada al poder, y encontró un joven pastor llamado David al que ungió como nuevo líder de su pueblo. Esta unción no significaba un automático cambio de rey, sino el simple conocimiento por parte de David de que, si Samuel estaba en lo cierto, Dios lo había elegido para reinar sobre su pueblo, lo cual daba a David una gran esperanza y reforzaba enormemente su fe, pero nada más.

Saúl y su ejército salieron al encuentro de los filisteos, pero al llegar al campo de batalla y comprobar los medios con que contaba el enemigo, se dio cuenta de que tenía muy pocas posibilidades de vencer. Él sabía por experiencia, que Dios le había ayudado en otras ocasiones y también esperaba poder contar con su auxilio en esta ocasión. Se puso a rezar, y pronto vio el resultado de sus plegarias. Un emisario de los filisteos, llegó al campamento con la siguiente propuesta: El mejor hombre de los israelitas, lucharía contra el mejor de los filisteos, y si era capaz de vencerlo, estos se retirarían y los dejarían en paz, pero si vencía el filisteo, los israelitas se rendirían y pondrían su ejército a las órdenes de los filisteos. Era una propuesta bastante desigual, pero mayor aún era la desigualdad que había entre ambos ejércitos. Saúl no tuvo más remedio que aceptarla para evitar la masacre de su ejército. Además, un combate entre dos hombres elevaba notablemente sus posibilidades de victoria, tanto que Saúl no podía entender cómo el rey de los filisteos había podido sentirse tan generoso en un momento en el que él incluso estaba considerando la posibilidad de una rendición incondicional. Sólo podía entenderlo como un milagro de su Dios. Pero sus esperanzas se vinieron abajo cuando vio salir, de entre las filas del enemigo, a un enorme gigante, perfectamente armado y acorazado de forma que una flecha no pudiese alcanzarlo. El gigante, que se llamaba Goliat, insultó a los israelitas y, burlándose de ellos, los retó a que eligiesen al hombre que debía medir sus fuerzas contra él al amanecer del día siguiente. Ninguno quería enfrentarse a tan poderoso enemigo. David, que ni siquiera era soldado, estaba en el campamento porque había ido a llevarles provisiones, y pidió enfrentarse al gigante. Saúl le ofreció su propia espada y todos los demás elementos que pudieran servirle para su defensa, pero David quiso enfrentarse a Goliat sin armadura ni escudo, con la sola ayuda de su cayado, su honda y unas piedras. Era evidente que David confiaba plenamente en su Dios y daba por seguro que podía contar con su ayuda. De hecho así fue, porque Eloy, que estaba presenciando la situación, no estaba dispuesto a quedarse como mero espectador en aquel desigual combate. Volvieron a su mente las palabras de Carmen recordándole los riesgos de sus intervenciones en la historia, pero esta vez no tenía tiempo para meditar. Pensó que si, aprovechando el momento en que David lanzase una piedra con su honda, derribaba a Goliat con un disparo de su láser, que lo dejase inconsciente, sería suficiente para que diesen como vencedor a David.

Goliat se burlaba de David al verlo con su cayado y su honda, y le decía: “¿Soy yo acaso un perro para que vengas a mí con un palo?” A lo que David le respondió:

- Tú vienes a mí con espada, pero yo voy hacia ti en nombre del Dios de los ejércitos, que te entregará en mis manos.

Entonces lanzó una piedra con su honda. En ese momento Eloy disparó su rayo contra la frente de Goliat y lo derribó dejándolo sin sentido. Pensaba Eloy que con esto terminaría el combate, pero David tomó la espada de Goliat y le cortó con ella la cabeza.

Aquella noche Eloy soñó con Carmen, que le recriminaba su actuación a favor de David. Eloy pensaba que se estaba volviendo loco y que sufría alucinaciones, porque no estaba seguro de si estaba despierto o dormido mientras hablaba con ella.

- Has vuelto a matar a un hombre inocente.

- Yo sólo lo dejé inconsciente.

- Pero gracias a ello, un muchacho sin ningún tipo de preparación militar ha matado a un soldado perfectamente preparado para combatir, y con ello ha ganado una batalla. ¿Te parece justo?

- Ha muerto un hombre pero se han salvado las vidas de todos los que hubiesen muerto en la batalla.

- ¿Crees de verdad que Saúl se hubiese enfrentado a una muerte segura? Yo estoy segura de que se habría rendido y no habría muerto nadie.

- Yo quería evitar que el pueblo de Israel fuese esclavizado por los filisteos.

- Pero ahora este joven inexperto querrá ser el rey, y si lo consigue, no creo que sus actuaciones vayan a ser muy beneficiosas para su pueblo.

Eloy quiso salir de dudas y avanzó cincuenta años para ver lo que había sucedido. Se enteró que David y Saúl habían sido enemigos, y que David se había convertido en un guerrero sanguinario, que había huido y se había puesto al servicio de los filisteos. El remordimiento de Eloy por haber ayudado a David, llegó al máximo cuando supo que durante ese tiempo, cada vez que David atacaba un poblado enemigo de los filisteos, saqueaba sus tierras y mataba a todos sus habitantes. Finalmente, supo que David llegó a ser rey de Israel y que fue un hombre caprichoso y sin escrúpulos que, a pesar de tener todas las mujeres que quería, propició la muerte de uno de sus generales para quitarle la esposa. Entonces Eloy, para intentar reparar las consecuencias de su actuación a favor de David, se apareció en secreto a Salomón, el hijo de David, que reinaba entonces, y le ayudó a ser un rey sabio y justo.


CÓMO SE HIZO LA NOVELA
LA HISTORIA DE ELOY
CAPÍTULO 11


María comentó a su padre:

- Me ha parecido una historia interesante, pero no veo por qué ha tenido Eloy que pasar por ese punto. ¿Por qué no ha viajado directamente al momento en que nace Jesús?

- Como ya te dije cuando hablamos de Josué, estamos haciendo que las paradas de Eloy coincidan con personajes de gran relieve en la historia Israel, y no cabe duda de que David es uno de ellos. Aparece por primera vez en el capítulo 16 del primer libro de Samuel, que desde ese momento se dedica a hablarnos de David, al que también está dedicado el segundo libro de Samuel. Por supuesto se habla de él en el libro de las Crónicas, desde el capítulo 10 hasta el 29, que es el último. Y se le cita en otras partes de la Biblia, pero en relación con Jesús, el evangelio de Mateo se inicia con la relación de antepasados de Jesús, y lo primero que se dice es: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Y en el capítulo 21, donde se narra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, el versículo 9 dice que la gente gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David!” Creo que está justificado el que nosotros le dediquemos un capítulo, aunque no haya sido para alabarlo sino más bien para criticar su extrema violencia, pero es que todo lo que hemos dicho en este capítulo, salvo, claro está, la intervención de Eloy, está tomado de la Biblia. Si quieres comprobarlo puedes ir al libro primero de Samuel, donde en el capítulo 17, versículos 38 al 54 se narra el combate entre David y Goliat. Y en el capítulo 27, el versículo 9 comienza diciendo: “David saqueaba estas tierras, sin dejar con vida ni a hombres ni a mujeres”


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