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Eloy, después de hablar con el recaudador de Nazaret, se desplazó hasta Magdala para contactar con Matías que era el recaudador de aquel pueblo y, con su ayuda, poder comunicarse con María. Al llegar al pueblo, se sorprendió al ver la gran cantidad de soldados romanos que allí había, pero esto le permitió comunicarse fácilmente y ponerse al día de la situación. Al enterarse de que María y su familia habían huido, se convenció de que no tenía sentido permanecer más tiempo en esa época.
Pensó que lo único positivo sería trabajar duro para conseguir viajar al futuro y centrar sus objetivos en la lucha contra la energía nuclear, pero aún no había resuelto la forma de hacerlo y además necesitaba afianzar, de la forma más exacta posible, sus coordenadas temporales. Para ello se trasladó a Egipto saltando cuarenta años atrás, a la época en que Cleopatra era reina de Egipto y amante de Julio César, que hacía unos años acababa de reformar el calendario. Ello le iba a permitir controlar con más exactitud los cálculos que debía realizar para su viaje de vuelta. La presencia romana en Egipto le permitiría comunicarse e incluso aprender el idioma de los egipcios.
En Egipto conoció a Julio César, el hombre que había amurallado a Híspalis, la ciudad donde Eloy había nacido, a la que los romanos habían llamado así porque al llegar a ella se encontraron unas casas que, para poder sobrevivir en las etapas de crecida del río que los romanos llamaban Betis, estaban construidas sobre palos. Y eso es lo que significa “hispalis”, sobre palos.
Estuvo varios años intentando que su nave pudiese avanzar en el tiempo. Llegó a dominar el idioma de los egipcios, pero cuando se decidió a viajar en el tiempo, no pudo conseguir su objetivo y el salto volvió a ser hacia atrás. Siguió viajando por otras etapas de la historia de esa gran civilización. Pudo contemplar una terrible sequía que duró siete años y llenó de miseria y hambre a toda la población, y que sin embargo había estado precedida por otros siete de espléndidas cosechas.
Retrocediendo cien años, se desplazó Eloy hasta las tierras irrigadas por los ríos Tigris y Eufrates y allí, en una ciudad llamada Ur, conoció a un hombre rico cuyo nombre era Abram. Éste poseía grandes rebaños heredados de su padre y un gran número de esclavos que trabajaban a su servicio. Eloy había viajado ya por toda la historia y no deseaba seguir retrocediendo. Después de casi un año sin poder conseguir que su nave volviese al futuro, estaba deprimido y pensando en darse por vencido. Seguramente su esposa habría tenido que padecer los horrores de una guerra nuclear y ya estaría muerta. Como cada noche proyectó el holograma de Carmen y se durmió escuchándola y, como casi siempre, volvió a soñar con ella, que le animó a no desfallecer y a seguir trabajando. Al despertarse vio que la despensa estaba vacía y se dispuso para conseguir comida. Esto no le suponía ningún problema ya que el rayo láser le permitía cazar o derribar ramas de árboles de las que luego recogía los frutos con el brazo mecánico de la nave. Otras veces se presentaba a los hombres en forma de holograma y les ayudaba a cazar, con lo que conseguía que ellos, en agradecimiento le ofrendasen todo tipo de alimentos ya cocinados. Se quedó a vivir con Abram y sus gentes, estudiándolos atentamente hasta poder conseguir hablar su idioma. Los hombres lo tomaban fácilmente como a un dios, pero él lo que deseaba era poder comunicarse con alguien y tener un amigo al que poder contarle sus penas. Estaba seguro de que nadie iba a entenderlo si decía toda la verdad, pero al menos lo entenderían si les contaba que se sentía solo y que necesitaba sentirse amado. Abram lo tomaba por un ángel y estaba muy contento con su presencia, por lo que ofrecía frecuentemente sacrificios a Dios. Naturalmente, esos sacrificios eran puntualmente recogidos por Eloy que de esa forma se ahorraba el tener que cazar y cocinar, con lo que le quedaba más tiempo libre para dedicarse a intentar que su nave pudiese viajar al futuro. Por fin Eloy consiguió lo que tanto había deseado y lo anotó gozoso en el diario de navegación. Como había prometido hizo la anotación en forma de carta a su amada esposa. “Querida Carmen, al fin lo he conseguido. Mañana el Ave Fénix podrá viajar hacia el futuro. No será tan fácil como yo hubiese deseado, ya que solo podré dar un pequeño salto en el tiempo y luego necesitaré un largo periodo de espera, recargando energía para poder dar el siguiente salto, pero éste podrá ser más largo y así sucesivamente. Poco a poco iré avanzando hasta poder reunirme contigo. Según mis cálculos, habrán pasado diez años desde nuestra separación hasta que podamos volver a vernos, y tal como iban las cosas en nuestra época, es muy posible que la guerra haya borrado al ser humano de la faz de la Tierra, pero yo iré haciendo todo lo que crea conveniente para evitar ese desenlace fatal.”
A la mañana siguiente, Eloy se presentó ante Abram para despedirse de él durante algún tiempo, aunque prometiéndole que volverían a verse.
Abram le dijo:
- Antes de que desaparezcas quisiera pedirte un favor.
- Si está en mi mano te lo concederé.
- Como tú sabes, mi padre ha tenido varias esposas, y de una de ellas tuvo a Saraí, de la que estoy enamorado. Solicito, por tanto, tu bendición y tu permiso para desposarme con ella aunque seamos hermanastros y eso no esté permitido por la ley, pero yo sé que la ley viene de Dios y por ello te pido que hagas una excepción y me permitas tomarla por esposa.
- Te lo permito y te doy mi bendición, pero no es bueno que des escándalo a los de tu pueblo, porque todos se creerían con derecho a adaptar la ley según su conveniencia y esto llevaría a los tuyos al caos.
- Tú podrías presentarte ante ellos y hablar en mi favor.
- No podré ayudarte a convencer a tus familiares y vecinos, porque tengo que marcharme. Ellos no lo aceptarán y os condenarán a muerte.
- Aconséjame y haré lo que me mandes, pero no me pidas que renuncie a ella.
- Toma a Sarai y sal de Ur de Caldea para irte a vivir a otra tierra donde nadie os conozca y podáis encontrar la felicidad, pero para evitar que alguna vez puedan tener noticias de vosotros, os cambiareis de nombre. A partir de ahora tú te llamarás Abraham y ella se llamará Sara.
Abraham tomó a Sara y se marchó, con parte de sus rebaños, hacia el oeste, esperando encontrar la tierra donde él pensaba que Dios le había prometido que encontraría la felicidad.
Eloy consiguió, al fin, dar con su nave el tan ansiado salto hacia el futuro. Fueron solo unos meses, pero era el primer paso del camino que debía recorrer para reencontrar a su amada Carmen.
Sabía que Abraham se había desplazado hacia el oeste buscando el río Jordán y el mar Mediterráneo, así que allá se dirigió con su nave y recorrió el curso del río desde el mar de Galilea hasta el mar Muerto, sin encontrar ningún indicio que lo pudiera llevar hasta su amigo. El Jordán apenas llevaba agua y toda la tierra estaba reseca debido a una larga sequía. Eloy pensó que Abraham habría huido de la sequía buscando otras tierras donde poder encontrar pastos para sus rebaños. Egipto estaba regado por el Nilo, un larguísimo río que tomaba sus aguas de las lluvias tropicales que, periódicamente, caían mucho más al sur. Se dirigió Eloy hacia Egipto y allí encontró a Abraham que, al verlo, se postró a sus pies llorando de gozo por haber vuelto a encontrar a su Dios, porque Abraham no estaba seguro de si Eloy era un ángel que Dios le enviaba o el mismo Dios que venía a visitarlo. Cuando Eloy le preguntó por Sara, Abraham le contó lo que le había pasado.
- Mi señor, tuve miedo de que quisieran quitarme a Sara, y como ningún egipcio se atrevería a tomar por esposa a una mujer que pertenece a otro hombre que aun está vivo, temí que quisieran matarme para poder quedarse con ella. La escondí mientras pude, pero cuando al final descubrieron su presencia, se me ocurrió que sería mejor presentarla como mi hermana y no como mi esposa, de esa forma no faltaría a la verdad y conseguiría salvar la vida, aunque me vi obligado a vender a Sara. Ahora ella es la favorita entre las esposas del hombre más rico de la ciudad y naturalmente vive con él en su casa.
- No temas, porque yo te ayudaré a rescatarla.
Eloy se presentó ante el hombre que había comprado a Sara y lo recriminó por estar viviendo con una mujer que estaba ya casada con otro, advirtiéndole de que si no la devolvía a su marido y lo compensaba por el daño que le había infringido, tendría que enfrentarse a grandes calamidades. Entonces el poderoso egipcio llamó a Abraham y le reprochó que lo hubiese engañado, pero aun así le dio animales y esclavos a condición de que saliese inmediatamente de Egipto con su esposa.
Entre los esclavos que Abraham había recibido, había una bella egipcia llamada Agar, que se dedicaba al servicio personal de Sara.
Como quiera que Sara no había podido darle hijos a Abraham, éste pensaba que era un castigo de Dios por haber tomado por esposa a su hermanastra, pero al ver que tampoco había quedado embarazada durante el tiempo en que fue esposa de otro hombre, creyó que ella era estéril, y entonces pidió a Eloy que le permitiese desposarse con Agar. Eloy accedió a la petición de su amigo y se despidió de él, prometiéndole que tendrían un próximo encuentro en el futuro.
Abraham tuvo un hijo de Agar al que puso por nombre Ismael. Estaba muy encariñado con él, y como consecuencia de este cariño iba aumentando también el que sentía hacia su madre. Abraham tenía por entonces noventa y nueve años. Al ver Sara que Agar se estaba apoderando del corazón de Abraham, luchó por recuperar su amor y consiguió darle un hijo al que llamaron Isaac. Tenía Abrahán cien años egipcios cuando nació su hijo Isaac, que ya era una edad muy avanzada para lo que un hombre normal solía vivir en aquella época.
Pero Isaac no podía competir con su hermano mayor Ismael y la pugna entre las dos esposas por conseguir el primer puesto ante su marido, se proyectaba hacia los niños, que empezaron también a enemistarse. Naturalmente, Isaac que era el más débil llevaba siempre las de perder. Entonces Sara convenció a Abraham para que echara de su campamento a Ismael y a su madre. Abraham había tomado un gran aprecio a Ismael y a su madre y sabía que le iba a costar mucho el acostumbrarse a vivir sin ellos, pero tuvo que acceder a los deseos de Sara, porque veía que era imposible que reinase la paz entre ambas mujeres, y puestos a elegir estaba muy claro cual iba a ser su decisión. Pero pasaron los años y el remordimiento por la injusticia cometida contra su mujer y su hijo no abandonaba la mente de Abraham. Constantemente hacía sacrificios a Dios para que lo perdonase y esperaba que volviese a aparecer Eloy como prueba de que Dios lo había perdonado, pero Eloy no aparecía. Abraham no podía soportar la vida con una carga tan pesada gravitando constantemente sobre su conciencia. Ya no le importaba tener una gran descendencia sino poder vivir en paz. Desesperado, llegó a la conclusión de que la única forma de alcanzar el perdón era sacrificar aquello que más quería en la vida, es decir su hijo Isaac. Pidió a su hijo que lo acompañara al monte para ofrecer un sacrificio. Por el camino, Isaac le dijo:
- Padre, llevamos la leña para hacer el fuego y el cuchillo para matar a la víctima, pero, ¿Cuál será el animal que sacrificaremos?
- No te preocupes por ello porque en su momento Dios nos lo proporcionará.
Abraham había perdido ya a su primogénito Ismael, por haber decidido a algo que nunca había querido, pero que se había visto obligado a hacer para satisfacer a Sara, y ahora estaba dispuesto a hacer algo, que tampoco quería y por lo que Sara nunca lo podría perdonar, pero él buscaba desesperadamente a Dios y necesitaba a toda costa obtener su perdón, ya no le importaban sus descendientes, ni sus sueños.
Por fortuna para Isaac, el salto de Eloy en el tiempo lo había llevado justo a aquel momento, y al preguntar a Sara donde estaba su esposo, ésta le dijo que había ido al monte a ofrecer un sacrificio.
Al llegar a la cima de la colina, se llenó de gozo el corazón de Abrahán al notar la presencia de Eloy.
־ Por fin has vuelto. Ha sido muy duro para mí tener que tomar esta decisión, pero ya veo que era lo único que podía hacer para alcanzar el perdón de Dios.
־ ¿A qué te refieres?
־ A que mis pecados han ofendido tanto a Dios, que ya nada podía hacer para que Él se acercase a mí de nuevo, por eso he decidido sacrificar a mi hijo, que es lo que más quiero, y veo que mi decisión ha sido acertada, porque tú has vuelto a venir.
- Escucha Abraham: Dios no quiere que sacrifiques a tu hijo, por eso me ha enviado, por eso y porque quiere que te diga que te ha perdonado tus pecados y desea que seas feliz. Estaré contigo un tiempo y luego me marcharé para siempre porque hay otros hombres que también necesitan mi ayuda.
Abraham vivió feliz el resto de su vida sabiendo que Dios lo quería y le perdonaba sus pecados. Tras la muerte de Sara, cuando ésta tenía ciento veinte años, Abraham se casó con Cétura y tuvo con ella seis hijos, y murió a los ciento setenta y cinco años.
CÓMO SE HIZO LA NOVELA
LA HISTORIA DE ELOY
CAPÍTULO 5
María comentó a su padre:
- La historia de Abraham es muy interesante, pero hay en ella varias cosas que son difíciles de creer: Casarse con su hermana, venderla a otro hombre, abandonar a su primogénito, intentar matar al único hijo que le quedaba.
- En el libro del Génesis, la historia de Abraham ocupa desde el capítulo12 al 25, ambos incluidos. Lo que se cuenta en este capítulo, de nuestra novela, es una ficción basada en los textos bíblicos y a veces, sorprende que lo que parece más inverosímil es casi textual. Por ejemplo, en el capítulo 12, del Génesis, se puede leer en el versículo 19, lo que le dice el faraón a Abraham: “¿Por qué dijiste: Es mi hermana, de manera que yo me la tomara por mujer? Ahora, pues, ahí tienes a tu mujer; tómala y vete”. Y en el capítulo 20, vemos que casi se repite la historia, aunque en este caso, no con el faraón de Egipto, sino con el rey de un lugar llamado Guerar.
- Y ¿qué me dices de que muriera a los 175 años y que tuviese un hijo con 100?
- Son datos sacados de la Biblia, pero sin duda se refieren a estaciones de años egipcios, es decir que tuvo a Isaac con poco más de treinta y tres años solares y murió antes de cumplir los 59, ya que los egipcios dividían el año solar en tres estaciones: la inundación o época de crecida, que duraba aproximadamente tres meses; la aparición de los campos al retirarse el agua, que duraba cinco meses; y la sequía que permanecía cuatro meses, para volver a repetirse el ciclo. Los astrónomos llegaron a conocer con bastante exactitud la duración de los años solares, pero el pueblo llano lo que veía eran estas etapas que marcaba el Nilo, y puede que midieran su edad por el número de estas etapas que vivían, y que se iniciaban con la crecida del Nilo, la siembra y la cosecha.
- ¿De dónde has sacado eso de los años egipcios?
- Lo miré en Internet aunque en este momento no recuerdo donde, pero no vale la pena que nos paremos a buscarlo, porque no estamos escribiendo un libro histórico, sino una ficción, y no necesitamos demostrar nuestras afirmaciones, y si a veces lo hacemos es sólo por orientar al posible lector de nuestras historias.
- Hablando de otra cosa. Hemos hecho que Eloy coincida con Julio César, porque tenía que fijar las coordenadas temporales, pero ¿por qué no nos hemos quedado más tiempo con él para aprovechar sus múltiples aventuras?
- Porque si iniciásemos una rama de tales dimensiones, nos apartaríamos del esquema general de nuestra novela, que está en mi mente hace muchos años.
- Pero Julio César es el fundador de Sevilla, y a mí me gustaría saber cómo fue la fundación de mi ciudad. Si no vamos a incluirla en la novela, al menos cuéntamela.
- Ya que estás tan interesada, te contaré algo, pero para empezar he de decirte que la ciudad a la que los romanos llamaron Híspalis, ya estaba aquí cuando ellos llegaron. Hace varios años, cuando empezamos a escribir esta historia, ya te comenté algo de esto, pero como estás interesada en conocer más sobre el tema, te contaré mi versión de la leyenda. Porque las leyendas, al no ser historia, se pueden ir modificando cada vez que se cuentan. Según la leyenda, la ciudad había sido edificada, por Hércules, en la margen derecha de aquel gran río, y muy cerca de su desembocadura. Los tartesios, que eran los habitantes de aquella zona, vivían en una cornisa elevada, que estaba a salvo de las grandes crecidas que se producían todos los inviernos. Ellos dieron a Hércules esos terrenos inundables en pago por unos trabajos que les había realizado. Sabían que allí era imposible fundar una ciudad y que Hércules tendría que abandonar su idea después del primer invierno, pero Hércules, que no sólo era famoso por su fuerza sino también por su inteligencia, construyó las casas sobre palos para que de esta forma las viviendas se mantuviesen habitables aún en las épocas de crecida. Pero Cesar quiso construir allí un gran puerto desde donde pudiese mandar a Roma las muchas riquezas de la región Bética. Para construir una ciudad al estilo romano decidió cercarla con una muralla que la protegiese del río. Así nació la nueva Híspalis, que conservó ese nombre en recuerdo de la astucia de su fundador, pero que ya no tenía las casas elevadas sobre palos. Julio se casó en Hispalis y cuando estaba a punto de nacer su primer hijo, los augurios anunciaron que ese primer hijo lo mataría. Para protegerse, y desoyendo las súplicas de su esposa para que tuviese piedad de su hijo, la abandonó y mando que ese niño fuese ejecutado en cuanto naciese, y que lo enterrasen debajo de la muralla que se estaba construyendo. Pero el destino, que no es fácil de burlar, quiso que aquella mujer pariese dos gemelos y, en venganza por el mal trato recibido de su esposo, entregó a los soldados a su segundo hijo para que se cumpliese, en él, el dictado de Cesar, pero ocultó al otro, al que puso por nombre Bruto, y lo preparó para que años más tarde, en el senado de Roma, pudiese consumar su venganza, matando a su padre, que sin saber que era su padre natural, lo había adoptado como hijo. Tras ser apuñalado, Julio César miró a Bruto y le dijo, preguntándose el motivo de aquella aparente sin razón: “¿tú también? hijo mío”. De todo esto que te he contado, sólo una pequeña parte está reconocida como histórica. Lo demás forma parte de una de las muchas leyendas de Sevilla.
- Y ¿cuál es la parte histórica? -preguntó María.
- La verdad es que Híspalis existió, que Julio César la amuralló y que Bruto mató a César. Lo demás es leyenda, pero dicen que todas las leyendas esconden entre sus fantasías un poco de verdad.
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