Tercera parte de la trilogía:

Los fantasmas del Tabor

De la colección: Historias de Tomás y María

viernes, 12 de noviembre de 2010

CAPÍTULO 6, LA HISTORIA DE JACOB

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Avanzó Eloy un par de generaciones hasta llegar a la época en que el que había heredado el patriarcado de Abraham era uno de sus nietos, el llamado Jacob, que significaba talón. Lo llamaron así porque al nacer estaba agarrado al talón de su hermano. Algunos vieron en este hecho un símbolo de la intención que tenía Jacob de sujetar a su hermano y de ese modo ser él el primogénito. El nombre de Jacob se asoció de ese modo a la imagen de tramposo, y esta imagen quedó consolidada después de que Jacob engañara a su propio padre, haciéndose pasar por su hermano mayor, Esaú, para conseguir la bendición que le daba derecho a la herencia del patriarcado.

Jacob era un hombre práctico que pensaba que había que trabajar duro para conseguir lo que se quería, sin esperar que viniese Dios a regalárselo. Había oído a su padre contar las historias del abuelo Abraham, que, varias veces en su vida, había hablado con Dios, directamente o a través de un ángel que venía a visitarlo. Isaac le había contado a Jacob cómo aquel ángel le había salvado la vida cuando iba a ser sacrificado por Abraham, pero Jacob nunca había llegado a creérselas, hasta que una noche, Eloy se apareció a Jacob. Éste pensó que Eloy era un sueño y trató de apartarlo de su mente, pero Eloy no estaba en su mente, sino que era un holograma perfectamente visible por Jacob. Eloy estuvo toda la noche discutiendo con Jacob hasta lograr convencerlo de que él era un enviado de Dios. Entonces, Jacob le pidió perdón por haber engañado a su padre, cuando éste era ya muy anciano y estaba casi ciego, para conseguir la herencia, que por orden de nacimiento correspondía a su hermano Esaú, aunque se justificó contando a Eloy que en cierta ocasión, cuando él había preparado un guiso de lentejas, su hermano, que regresaba a casa cansado y hambriento, le pidió que le diese de comer, y él, aprovechando la ocasión, le pidió que a cambio le cediera su derecho de primogenitura. Esaú había accedido pensando que era una broma y que en todo caso no había testigos de aquel trato, por lo que nunca tendría que cumplir lo pactado. No había sido fácil convencerlo, la batalla dialéctica entre Eloy y Jacob había durado toda la noche, y al amanecer, Jacob pidió a Eloy que le permitiese presentárselo a sus hijos. Ambos se encontraban exhaustos, como si hubiesen estado combatiendo durante toda la noche, y Eloy dijo a los hijos de Jacob que Dios lo había perdonado y que desde aquel día podía dejar de llamarse Jacob para pasar a llamarse Israel, que significa el que lucha con Dios, y que los miembros de su familia serían llamados israelitas.



CÓMO SE HIZO LA NOVELA
LA HISTORIA DE ELOY
CAPÍTULO 6


María comentó a su padre:

- No me ha gustado este capítulo. Es muy corto, no cuenta ninguna aventura y carece de personajes femeninos. Deberíamos eliminarlo, o ampliarlo contando alguna aventura de la familia de Jacob, o una historia de amor entre él y su mujer.

- No creo que debamos eliminarlo, porque Jacob es el padre de José, el penúltimo de los doce varones y su favorito, que será un protagonista importante en el próximo capítulos de esta aventura, por su relación con Eloy, pero si lo intentamos ampliar contando las aventuras de su familia, nos desviaremos demasiado del argumento de nuestra novela, porque la familia de Jacob era muy numerosa. Estaba compuesta por doce varones y un buen número de hembras de las que la Sagrada Escritura sólo menciona a una de ellas, y lo hace para justificar la matanza que los hijos de Jacob llevaron a cabo en un pueblo vecino. En cuanto a la historia de amor, podría pasarnos lo mismo, ya que Jacob tuvo cuatro mujeres.

- Eso es una muestra más del machismo reinante en aquella sociedad patriarcal, que queda patente cuando se relacionan a los hijos, siempre varones, de Adán, Noé, Abrahán, Isaac y el mismo Jacob, del que sólo se mencionan a los doce varones a pesar de que queda constancia de que al menos tuvo una hija –dijo María.

- Puede que tengas razón al decir que aquella sociedad era machista, pero los autores de la Biblia no lo eran, ya que, en ella, podemos encontrar a muchas mujeres que han tenido un gran protagonismo en la historia del pueblo de Israel. Raquel, la única mujer de la que Jacob estuvo verdaderamente enamorado, es un ejemplo de ello.

- ¿Cómo podía estar enamorado, si tuvo hijos con otras tres?

- Merece la pena detenerse un poco para ver el porqué de esa familia tan prolífica, y aunque no creo que debamos incluirla en nuestra novela, sí te la voy a contar a ti.

Tomás contó a María la historia de amor de Jacob y Raquel.

“Jacob se había enamorado locamente de Raquel, pero Labán, el padre de ésta, temía que si le concedía la mano de su hija, ésta se marcharía con Jacob a otras tierras tan lejanas, que le impedirían volverla a ver. Por eso y para que desistiese de su idea, le puso como condición que tuviese que trabajar para él durante siete años antes de poder desposarse con su hija. Labán sabía que Jacob había hecho trampas a su propio padre y estaba muy convencido de que ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, así que pensó que lo que era aplicable a los ladrones también podía servir para los tramposos, y se ensañó sin piedad haciéndole trampas al pobre Jacob. Para empezar, y al ver que éste había sido capaz de pagar el alto precio que había fijado por su hija Raquel, le dio gato por liebre el día de la boda, ya que la novia que acudió al desposorio, convenientemente tapada por un espeso y amplio velo que impedía su identificación, no fue Raquel sino Lía, su hermana mayor, que evidentemente era hija de Labán, por lo que éste, al menos en teoría, no había mentido. Jacob, después de haber pasado la noche con Lía, tuvo que aceptarla como esposa, pero no renunció a su idea inicial de conseguir a Raquel, y no tuvo inconveniente en trabajar otros siete años cuidando los rebaños de Labán. Tras catorce años pastoreando los rebaños de su suegro, al fin Jacob vio cumplido su deseo de casarse con la mujer de la que estaba enamorado. Pero no pudo marcharse porque Labán constantemente urdía nuevas trampas que, si estás interesada en conocer, puedes leer en el Génesis, y que obligaban a Jacob a permanecer a su servicio. Jacob, viendo que por las buenas le iba a ser imposible separarse de su suegro, no tuvo más remedio que escaparse con sus esposas, las esclavas de éstas y los muchos hijos que había tenido de las cuatro mujeres. Sabía que era una tarea difícil porque Labán los perseguiría y podría llegar a darles alcance, pero Raquel lo había animado y lo había convencido para que se diese a la fuga. Lo que no sabía Jacob era que su esposa había preparado una estrategia que le iba a permitir lograr su objetivo, sin tener que luchar contra Labán, que por una vez iba a tener que probar el sabor de esa amarga medicina que durante tantos años había hecho tragar a Jacob, es decir, que esta vez sería él el que cayese en la trampa. Al salir de la casa de su padre, Raquel se llevó, sin que nadie lo supiese, unos pequeños ídolos de oro que eran los dioses que adoraba su padre, para que en caso de ser alcanzados, Labán acusase a Jacob de ese delito, que era mucho mayor que el incumplimiento del tramposo trato que tenía con él.

Efectivamente, tras varios días de huida por el desierto, Labán les dio alcance y, delante de todos sus sirvientes y familiares, acusó a Jacob de haber robado los ídolos. Jacob, que no estaba al corriente de la jugada que Raquel había preparado, ofreció a Labán la posibilidad de registrar todo el campamento para poder demostrar la veracidad de aquellas graves acusaciones que estaba lanzando contra su persona, pero si no lo conseguía tendría que pedirle perdón y dejarlo marchar en paz. Labán accedió y comenzó un exhaustivo registro de todas las tiendas y todas las personas. Raquel había sacado los ídolos del lugar donde los escondía y los colocó bajo una silla de montar en camello, que estaba frente a su tienda, luego se sentó sobre ella y esperó con aplomo que llegase su padre para registrarla. Cuando éste terminó de registrar la tienda y se acercaba para registrar personalmente a su hija, ella le dijo:

־ Perdona que no me levante para besarte, pero estoy en el periodo de menstruación y no me encuentro en disposición de saludarte como tú te mereces.

En el desierto y huyendo de alguien que te persigue y te está pisando los talones, había que reservar el agua para beber y, por tanto, era imposible lavarse. Una mujer con la regla era algo tan repugnante y apestoso que hacía que la gente se apartase de ella como si se tratase de un leproso,

Labán prefirió no acercarse a su hija y tuvo que reconocer ante los suyos, que se había equivocado al acusar a Jacob, por lo que tuvo que cumplir su palabra y dejarlo marcharse en paz hacia la tierra que Dios había prometido a su abuelo Abraham.”

Y Tomás añadió:

- La peculiar manera en que Jacob consiguió su amplia familia y el hecho de que los hijos estuviesen repartidos entre cuatro madres distintas, permite entender las múltiples desavenencias que constantemente se producían entre los hermanos, y que se volvieron a producir entre las doce tribus que descienden de ellos, que sin embargo no dudaban en unirse como una piña a la hora de luchar contar un enemigo externo.

- ¿Hay alguna ley que regule el trato que hay que darle a las mujeres que estén en periodo de menstruación? -preguntó María.

- En el capítulo catorce de libro Levítico se dan las instrucciones para la purificación de los leprosos y con un tratamiento similar, en el capítulo quince, versículos 19 al 32, se dan las instrucciones sobre algunas impurezas de la mujer y entre otras cosas se dice: “Cuando una mujer tenga su periodo normal de menstruación, será considerada impura durante siete días. Cualquier cosa sobre la que ella se siente será considerada impura. Cualquiera que toque algún objeto sobre el que ella se haya sentado, deberá lavarse la ropa y lavarse a sí mismo con agua, y será considerado impuro hasta el anochecer”.

- ¿Estaba escrito el Levítico cuando Jacob conoció a Raquel?

- El Levítico fue escrito muchos años después, por los miembros de la tribu de Leví, el tercer hijo que Jacob tuvo con Lía, pero sus enseñanzas fueron siempre de gran importancia para los israelitas antes de que se pusiesen por escrito en un libro, y algunos de sus mandatos aún siguen vigentes en nuestros días para otros muchos pueblos y religiones. De hecho, la base fundamental de la predicación de Jesús está escrita en el capítulo 19 versículo 18 donde dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y por supuesto muchas de las cosas escritas en él reflejan el pensamiento que habían tenido, desde hacía muchos años, los habitantes de aquella zona.

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